¿Jesús insultó a la Mujer Cananea? La verdad sobre el perrito

¿Jesús insultó a la Mujer Cananea? La verdad sobre el perrito

La historia de la Mujer Cananea, narrada en Mateo 15:21-28, es un pasaje bíblico que ha generado debate durante siglos. En él, Jesús se encuentra en la región de Tiro y Sidón, territorio de los gentiles, y una mujer cananea se le acerca suplicándole que sane a su hija, poseída por un demonio. Jesús, inicialmente reacio a atenderla, le dice: No he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. La mujer, con una fe inquebrantable, insiste: Señor, ¡ayúdame!. ¿Por qué Jesús comparó a una mujer con un perrito? ¿Fue una ofensa o una forma de mostrar su compasión?

En el texto, Jesús responde a la mujer: No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos. Esta frase, traducida del griego, ha sido interpretada de diferentes maneras. Algunos la consideran un insulto, una clara muestra de desprecio hacia la mujer por su origen extranjero. Sin embargo, otros analistas sugieren que Jesús utiliza el término perrito como una forma de atenuar la palabra perro, que en la cultura de aquella época se usaba para referirse despectivamente a los gentiles.

¿Qué evidencia apoya la idea de que Jesús no insultó a la mujer? En primer lugar, la misma mujer no se siente ofendida por las palabras de Jesús. Su respuesta no es de rabia o indignación, sino de humildad y perseverancia: Sí, Señor, pero aun los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos. Su respuesta demuestra una profunda fe y una comprensión de la cultura y las costumbres de su época, ya que no considera que la palabra perrito sea una afrenta, sino una forma de expresar su necesidad.

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En segundo lugar, el mismo Jesús reconoce la fe de la mujer, reconociendo que Grande es tu fe. ¿Por qué Jesús comparó a una mujer con un perrito? Porque su intención no era herirla, sino poner a prueba su fe. El pasaje muestra un Jesús que busca una respuesta genuina, una fe que va más allá de las barreras culturales y sociales.

La historia de la Mujer Cananea nos enseña una valiosa lección: que la fe es el único requisito para acceder a la gracia de Dios. La mujer, a pesar de su origen extranjero y de las dificultades que enfrentaba, no se rindió. Su perseverancia, su fe inquebrantable, conmovió a Jesús, quien le otorgó el milagro que tanto anhelaba.

Es importante recordar que Jesús no vino a este mundo para imponer sus reglas o imponerse a otras culturas. Él vino a ofrecer la salvación a todos, sin distinción de origen, raza o condición social. La historia de la Mujer Cananea nos recuerda que las barreras culturales y raciales son irrelevantes ante la grandeza de Dios. Él ve nuestro corazón, nuestra fe, y nos ama por lo que somos.

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